lunes, 24 de enero de 2011

Y se hizo la luz...







Capítulo7


Eran las 4 de la mañana y en una casa situada en el Paseo de Salamanca, dormía profundamente Ainhoa. Desde su cuarto, repleto de peluches de diferentes colores y con inscripciones en distintos idiomas, se podía observar por su ventana la magnifica estampa de   una de las zonas más bonitas de San Sebastián. Una cama con sabanas rosas abrazaba el pequeño cuerpo de  nuestra pequeña, la cual dormía “a pierna suelta” después de un duro día.

Justo en el cuarto de enfrente, su madre Carmen, llevaba toda la noche dando vueltas en la cama. No podía dormir, era la primera vez en los últimos tres días que tenía un momento para descansar. Desde que se enteró de la muerte de su padre todo había sido horrible: el viaje a Tailandia, la repatriación del cadáver, las gestiones para la herencia,… y ahora encima el portátil.
Tras la muerte de un familiar querido siempre se suele pasar una época de constantes recuerdos. En su caso no era diferente, pero al revés del resto sus recuerdos eran escasos. El trabajo de su padre, el cual era un misterio, le alejaba constantemente de su familia.

Ella siempre se había preguntado a que se dedicaba desde pequeña, sobretodo en aquellos años en los que algún padre iba al colegio y contaba cosas acerca de su trabajo. Carmen nunca pudo llevarlo, pero tampoco lo cuestionó. Pero es cierto, que hecho mucho en falta esa figura paternal.
Se levantó de su cama y se dirigió a la estantería principal de su cuarto, en ella revisó y buscó algún álbum de fotos de su infancia. Sabía que no era el momento, era tarde, estaba cansada, pero ahora mismo era lo que más le apetecía. Repasando el segundo estante, encontró lo que buscaba: “Recuerdos de mi juventud”.

Cogió aquel álbum, se tumbó en la cama y fue repasando sus recuerdos basándose en las fotos que veía: Su primer baño en la playa, su primer diente caído, su primer día de colegio, su primera comunión,…observó que en todos ellos faltaba la figura paterna. Por otro lado, tenía otras fotos en las que sí salía su padre; el poco tiempo que había disfrutado con él, algunos días sueltos al año y algunos fines de semanas, habían sido tan intensos, que a pesar de la falta de tiempo con él no existía la menor carencia de afecto.

De repente, se le calló el álbum al suelo desprendiéndose de él algunas fotos. Las cogió sin prestar mucha atención y miró hacia la puerta para comprobar que Ainhoa no se había despertado del ruido. Entonces casi sin querer observó un detalle,  abrió el álbum y revisó una foto anterior y se sorprendió. Volvió a fotos más antiguas y el asombro fue aún más mayúsculo. No podía ser casualidad, salto de la cama como un resorte y comenzó a revisar más álbumes…
           
           
           A unos metros de allí, en la otra habitación principal, Lara estaba durmiendo con cierta dificultad.
De repente se despertó, sin saber muy bien porque, le había parecido escuchar un ruido desde la otra habitación, la de Carmen, pero estaba tan en medio de una pesadilla, que lo agradeció. Se levantó de la cama, se puso una bata y se dirigió hacía la cocina para tomar un vaso de agua. No pudo evitar fijarse en las fotos del pasillo, en todas ellas salía su difunto esposo. Se dijo a si misma “Que guapo que era”.

Con todos estos pensamientos llegó a la cocina, y tras tomarse dos vasos de agua se dirigió hacia su cuarto. Al pasar por el comedor algo le llamó la atención, sobre la mesa del comedor se podía observar el portátil que Valentín le había dejado a ella y a su hija de herencia, justo a su derecha estaba el sobre que le acompañaba.
Llevaba gran parte de la noche pensando porqué Valentín les había dejado este artilugio, del cual desconocían su uso. Carmen y Lara tras abrir la aquella preciosa caja, y haber observado el portátil y la carta, intentaron acceder al portátil. Pero existía una clave para poder acceder a él. Permanecieron una gran parte de la noche probando todas las combinaciones alfanuméricas que se les ocurrieron: fecha de cumpleaños, fecha de boda, números favoritos, claves bancarias, … sin obtener suerte. Exhaustas ambas tras acostar a Ainhoa se marcharon a la cama sin haber prestado mucha atención al sobre que también acompañaba al notebook. Sin saber muy bien porqué, justo en ese momento, a Lara le picó la curiosidad por el sobre. Lo cogió y se dirigió al sofá.
Justo antes de abrir lo, inesperadamente, apareció Carmen.

Carmen se dirigió hacia su madre, parecía que había visto un fantasma. Su madre no tardó en reaccionar, dejó el sobre en la mesa y le dijo:

-Hija, ¿Qué te pasa?

- Mamá, ¿tú sabes quien es este señor? – preguntó directamente.

-Pues…la verdad que no. ¿Porque lo dices? – Miró Lara a su hija con cara de sorpresa.

-Pues he observado algo. Por alguna razón, este señor sale en casi la mitad de las fotos que tengo con papa. ¿No crees que es algo extraño? Y lo más raro no es eso….mira! – Carmen le enseño a su madre un grupo de 10 fotos.

-Mira que guapa sales aquí. ¿Te acuerdas de ese viaje a Valencia que hicimos con tu padre?– Le enseño a su hija una foto en la que salía leyendo un libro con su padre en un banco delante de la plaza de colon. -¿Te acuerdas de que buenos ratos pasabais los dos?

-Pero mamá, que es importante, fíjate- Respondió Carmen.

-Desde luego hija, siempre has sido tan seca…-Lara comenzó a revisar las fotos con mayor ahínco y prestando más atención a la figura de aquel hombre extraño.

-Fíjate en su rostro, ¿no observas algo extraño? –Carmen quería que su madre llegará a la misma conclusión lo antes posible. - Esta foto es de cuando yo tenía 3 años, y esta de cuando tenía 5, y esta cuando tenía 16. ¿Continuas sin ver nada?

Su padre había estado en la cárcel durante 10 años, los motivos nunca se los había aclarado su madre. Posiblemente, ella tampoco los supiera. Lo único que ella tenía claro, era que su padre era un buen hombre. Pero tras ver las fotos, algo raro había sucedido durante esos 10 años que su padre estuvo en San Petersburgo.

-No se muy bien a lo que te refieres… lo que me planteas es imposible. – Justo en este momento se dio cuenta de lo que su hija la planteaba. Ambas se miraron, y perdieron las miradas hacia la mesa que estaba situada justo enfrente de ellas.

 Pasaron así durante casi un minuto, lo que pareció una eternidad. Entonces Lara se incorporó y cogió de nuevo el sobre que había dejado hacia unos instantes.

-Mamá, ¿eso que es?

-Pues el sobre que acompañaba al notebook, casi no nos había fijado en él, pero antes lo he visto e iba a ver que era. – Lo abrió entonces, y observaron que era una carta. Dicha carta estaba destinada a ambas y decía:


“Queridas Carmen y Lara.
Sabéis que sois las personas que mas he querido en mi vida. Pero también sabéis que durante años no he podido disfrutar de vuestra compañía por motivos estrictamente profesionales. O por  lo menos eso es lo que me obligaban a deciros…durante años he tenido una doble vida. Os preguntareis, ¿para que diablos queréis vosotras este portátil? A través de él posiblemente podréis obtener algunas respuestas e incluso algunas preguntas más. Solo os pido una cosa…quererme por como me redabais antes.

Lara sabes que has sido el amor de mi vida, desde el momento en que te vi en Valencia, supe que serías la mujer de mi vida. Nunca, y repito nunca, por muchas cosas que veas, te cuenten y descubras, dudes de ello. Sólo lamento una cosa en mi vida, y es no haberte dado un matrimonio en condiciones.

Carmen, que decirte, mi niña. Sabes que aquellos 10 años en los que estuve en Kresty fueron los más duros de mi vida. Te deje siendo una niña, y cuando retorné ya eras una mujercita. Me perdí los mejores años, lo lamento, no sabes cuanto. Solo te voy a pedir algo, es muy importante recuerda siempre aquellas cartas que nos escribíamos…

Sin más dilación me despido. Prokñm adteou sdesde sebeer wlolmt onoaie.

Aquí me entregaré a la eternidad y me sacudiré de esta carne fatigada el jugo de estrellas adversas. Ojos mirad por última vez, brazos dad vuestro último abrazo. Y labios puertas del aliento sellad con un beso el trato perpetuo con la ávida muerte”


-Tu padre…, es preciosa!, aunque el final no lo entiendo muy bien – Lara paso la carta a su hija y le mostró
la parte que no entendía muy bien.

-Si, es preciosa. La parte del final debe de ser algún saludo en ruso – Miró a su madre con cara de desconocimiento y sorpresa.

-¿A que se referirá tu padre con eso de “es lo que me obligaban a deciros…durante años he tenido una doble vida”? No entiendo nada. – Miró de nuevo a su hija. Carmen permanecía inmóvil. Miraba con cierta sorpresa la carta. Entonces se repitió a si misma la siguiente frase: “recuerda siempre aquellas cartas que nos escribíamos”.

-Mama, espera un segundo…pásame el sobre. Creo que he encontrado algo.

-¿El sobre? ¿Para qué?

-Y un bolígrafo….

Recordó que en algunas ocasiones su padre y ella se enviaban cartas. A priori eran cartas normales pero llegado un párrafo, existía un mensaje en clave. En este caso sucedía lo mismo, llevaba años sin cartearse con su padre, y por ello no se había dado cuenta. Cogió el bolígrafo que su madre le había acercado, y comenzó a descifrar el mensaje en clave sobre el envoltorio de la carta. Estaba claro donde estaba el mensaje en clave. No era un saludo en ruso.

-¿Qué haces Carmen? ¿No entiendo nada? – Lara miraba a su hija totalmente sorprendida.

-Papa y yo jugábamos aun juego cuando yo era pequeña, esta carta tiene un mensaje en clave. Durante años Julio Cesar se comunicaba con sus cónsules a través de lo que luego más tarde se llamó como Caja de Julio Cesar. Consiste en elaborar un mensaje con un número de letras que sea el cuadrado de un número natural.
En este caso, esta claro es 6. Por lo tanto, el mensaje quedaría….

Carmen comenzó a escribir como si estuviera poseída, al cabo de 2 minutos le digo a su madre:

-Ya está. – Y le mostró el sobre con la caja de Julio Cesar.

P R O K Ñ M
A D T E O U
S D E S D E
S E B E E R
W L O L M T
O N O A I E
-Sigo sin entenderlo, hija. – Gruño Lara.
-¿No lo ves? Ya lo tenemos. PASSWORD DEL NOTEBOOK ES EL AÑO DE MI MUERTE….

Ambas se levantaron de un salto, abrieron el ordenador y esperaron a la pantalla de login. Como esperaban el portátil tenía contraseña para comenzar la sesión.

-¿Es un código de 4 números? -Pulsó 2, 0, 1 y 1- Parece que funciona- Exclamó Lara.

Ambas miraron el portátil con expectación a la espera de que el portátil terminase de iniciarse. De repente, el ordenador dejó de sacar líneas extrañas y mostró el siguiente mensaje:

“Se ha iniciado la conexión con la aplicación”




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