viernes, 10 de diciembre de 2010

Adios papa

Capítulo 2

"Adios papa"




-¡Carmen no corras!- gritaba ya desesperada desde la terraza del bar. Siempre me hace lo mismo, luego se caerá y se pondrá a llorar. Esto ya me cansa un poco, joder.

-Es una niña, entiéndela, tu de pequeña eras la peor. Ay si pudieras haberte visto, lo que podrías aprender.

-Mama no es lo mismo y tu bien lo sabes. Yo no la he mandado a un internado a los cinco años- Este tema siempre turbaba su carácter y le hacia ponerse a la defensiva.

-Ainhoa, te he perdido perdón ya un millón de veces, pero sabes que era otra época. Tu padre estaba preso y no nos quedo otra opción- Lara ya estaba ya cansada de esta historia después de muchos años de peleas. Pero como madre no le quedaba otra mas que aguantar, además hoy no era día, hoy no le importaba casi nada, solo quería pasar ya por el trámite.

-Perdona mama, voy a por Carmen.

Ainhoa paseo tranquilamente hacia la pequeña. Tampoco le molestaba tanto que se cayera al suelo, era una niña y salir de esa conversación era lo mas importante en ese momento. Lo estaba pasando muy mal, la muerte de su padre, el testamento que iban a leer esa tarde. Eran temas de los que no quería hablar y menos con su madre, pero hoy era el día y tenían que ir a ver al notario, por mucho que tropezara Carmen.

Habían pasado ya dos semanas desde que su padre muriera y todavía lo pasaba mal recordando que no se podía haber despedido de él, pero sus continuos viajes hicieron que hasta tres días después de su muerte no les hubieran avisado. El cadáver apareció en una de las playas mas famosas de phuket en Thailandia y el traslado del cadáver fue una ida y venida al consulado asiático. El embajador les explicó que se ahogo mientras hacía submarinismo aunque nunca llegaron a entenderlo del todo dado su aversión a los deportes y sobre todo al agua. Se imaginaron que sería una exigencia de la empresa para quedar bien con algún cliente, algo que hiciera que el cabezota por fín se metiera en el mar.

Nunca las quiso explicar mucho del trabajo, de los clientes que tenia que llevar a extraños lugares, exigencias de sus jefes a cualquier hora del día o llamadas crípticas mientras disfrutabas de los pocos momentos que le regalaba a su familia. Lara lo llego a aceptar, al principio por amor y después porque nunca nada le falto, acostumbrarte a una vida cómoda es fácil se decía siempre ella. El día que llamaron para decir que Valentín había muerto no lloró. Pensó que lloraría al día siguiente, pero ni siquiera le dolió y eso si que le duele.

En dos horas tenían que enfrentarse con la verdad. A lo mejor conocería un poco mas del mayor enigma que había tenido desde que era niña, su padre. Le encarcelaron cuando ella tenia cinco años y paso diez en la cárcel de Kresty en San Petersburgo, años que le dejaron marcado, que le llenaban los ojos de rabía cada vez que su persistente hija hacia sacar el tema, incluso en estos últimos momentos de vida en los que Ainhoa se intereso tanto por tratar de conocerle.

Tras una conversación con su madre una navidad consiguió saber que en un viaje organizado por la empresa un accidente se convirtió en una pesadilla. Ella fue parca a la hora de relatar las causas del encarcelamiento, pero según parece atropello a tres personas con un coche que había alquilado. El juez no tuvo piedad y le condeno y la empresa nunca se la jugaría para intentar sacarle. Ainhoa recordaba como de vez en cuando los jefes de su padre pasaban por casa para explicarle cual era la situación.

Ese amor por la empresa la enfermó siempre, ellos que nunca se la jugarían para sacarle. Una farmacéutica que le llamaba a las tres de la mañana para mandarlo a viajes a lo desconocido, de los que el volvía con una sonrisa en la cara, pero siempre con dos o tres arrugas mas y esa expresión de tristeza en los ojos que nunca perdió.

Levanto la cara y vio a su pequeña sonriéndola, siempre lo lograba, sabía como hacerla olvidar todos los malos momentos, incluso cuando en esa carita de pena aparecia porque su rodilla se había llenado de granos de arena de la playa al haberse caído. Le sacudió cuidadosamente la pierna y le beso herida . Sonrió, pero no olvido soltar su pequeña lagrimita para asegurarla que el golpe no había sido leve como podía haber parecido.

Le agarro la manita y salieron de la playa. Fueron a buscar a la abuela, que como siempre se había adelantado a la hora de pagar.

-¿Mama nos vamos ya?-

-Vamos primero a comprarle un jersey a Carmen, que tenemos tiempo de sobra. No tengo mucha prisa por llegar.

-Lo que quieras mama.- Esta vez no quería discutir, le daba lo mismo. Las dos estaban pasándolo mal y a ninguna de ellas le apetecía el trago de escuchar la última voluntad, pero querían conocer algo mas de él.

Las tres pasearon tranquilamente por el paseo de la Concha dejando la playa a su izquierda. Carmen tomo la mano a cada una y andaron hasta Zubieta.

A Lara nunca le gustaron los grandes almacenes, esas multitudes la aturdían, pasillos repletos de mujeres regalándote olores en papeles, dispuestas a sonreírte sin quisiera saber quien eres. Se metieron en una tienda de ropa infantil de la avenida de la Libertad. San Sebastián estaba llena de estas pequeñas tiendas en las que el trato siempre sería mas amable.

Compraron dos jerséis y apuraron hasta el último momento. Cuando eran justamente las cinco de la tarde sin casi haberse dado cuenta estaban en la puerta del notario llamando al timbre. Sin que nadie respondiera la puerta se abrió y empujando con pocas ganas entraron en el edificio. Ante ellas apareció un portal enorme, solemne y oscuro, de esos que te empequeñecen y te intimidan, ¿porque la gente necesitará una entrada mas grande que su casa?, Ainhoa nunca lo entendió. Dentro de una pequeña habitación con un frontal de cristal estaba un hombre con cara sombría, el cual les indico sin mirarles que el notario estaba en la cuarta planta.

Cogieron el ascensor. Todo lo querían hacer despacio, pero la puerta ya estaba delante de ellos. Llamaron y una joven secretaria les indico una sala de espera. Las tres mujeres se sentaron y esperaron tranquilamente a que las llamaran. Pero poco a poco los nervios fueron aparecieron.

-Sabes que te quería y que siempre que llamaba me decía que te había comprado algo.

-Gracias mama, no te preocupes que todo va a salir bien, y ademas si era millonario lo compartiré contigo.- Las dos se rieron y Carmen no entendía pero comenzó a reír como una loca. En ese instante la puerta de la sala de espera se abrió de golpe y la joven secretaria apreció.

-Perdonar pero creía que pasaba algo. Don Luis me ha dicho que pueden pasar en un minuto. Si quieren las acompaño ya al despacho. Él vendrá enseguida.

Acompañaron a la joven que las llevo a un gran despacho, con unos ventanales enormes que iluminaban toda la sala. Unas cortinas suavizaban la luz y daban unos tonos mas claros. Se sentaron en unos sillones en frente del despacho y esperaron.

Unos minutos después apareció él. Era un elegante hombre de unos cuarenta años, con ese toque que le dan las canas a los hombres maduros. Parecía que iba al gimnasio por esos hombros, aunque su impecable traje gris le impedía distinguirlo bien. Ainhoa, no se lo podía creer, estaba turbándose con la visión de la persona que iba a darle la última voluntad de su padre. Ella se imaginaba que todos los notarios debían tener sesenta años y ser calvos, no podía relajarse y se estaba empezando a sonrojar.

-Tu tienes que ser Ainhoa Ramos- La miro fijamente a los ojos, algo que ella no aguanto durante mucho tiempo. Desconcertada le dio la mano.-y usted la señora de Ramos, lo siento mucho, conocí personalmente a su marido y era una bellísima persona.

-Muchas gracias don Luis- los recuerdos la estaban transportando a otro lugar y esas palabras la volvieron a hacer aterrizar.

-y esta pequeña tiene que ser una princesa-

-No soy princesa, soy Carmen- Todos rieron, pero Carmen no les entendió, ella no era princesa por dios.

-Si quieren no dejamos de formalismos y empezamos directamente. Les comento que la documentación la firmarán al salir con mi secretaria. Os mostraré el video que don Valentín dejó como última voluntad.

Luis se sentó tranquilamente en su despacho, paseando por delante de las tres mujeres. Este paseo dejo mas desconcertada a Ainhoa, por favor, ahora no podía relajarse, le estaba poniendo tensa y eso no le gustaba. Tardo, pero al final respondió.

-¿Un video?, ¿mi padre nos dejo un video?-

-Si, la última voluntad de su padre era un video. Sientense que bajaré las persianas y encenderé el proyector. Pulso unos botones en la mesa y automáticamente las cortinas se cerraron y una pantalla de proyector comenzó a bajar. Debía de ser una práctica común poner proyecciones como última voluntad, pensaron la madre y la hija.

De repente la habitación se quedó completamente a oscuras, y así pasaron tres segundos, que se hicieron interminables. Apareció Valentin en un despacho, no lo conocía, pero tenia una foto de las tres y piezas de cerámica que Carmen le regaló al abuelo.

-Hola mis mujercitas. Se que si están viendo esto no será para bien, pero bueno, al menos nos podemos despedir. No quiero lágrimas, ni tristeza ni desilusión. Hemos vivido una vida maravillosa y tenemos que estar orgulloso de ello.

Como os habréis imaginado no trabajo en una farmacéutica, pero siempre me ha gustado hacerme el interesante, eso a mama le encanto. Así te tuve enamorada toda la vida. ¿Te acuerdas cuando te conocí en Estambul?. Tu ibas en un viaje de estudiantes y yo trabajaba como adjunto en la embajada. Por dios, que bella has sido siempre y siempre lo serás.

Quiero ser breve, pues esto no tiene mas sentido y nunca he sido bueno en las despedidas. Os pido perdón por esos diez años que no os tuve cerca, a ti Lara por no poder quererte mas de cerca, aunque ni una noche te olvidé y a ti Ainhoa por no haberte conocido de joven, por haberme perdido tu primeros días en el colegio, tu primer novio y tu primera decepción. No fueron años buenos aunque te forjan y me hicieron descubrir muchas cosas de la vida.

Quiero daros algo para intentar compensar todos los días que no pasé con vosotras. Es el trabajo de toda mi vida, por lo que luche y por el que me perdí muchos momentos con mi familia. Está claro que con un trabajo normal no quedaria mucha pensión así que espero que con esto me recordéis.

Os quise y siempre os querré, aunque ya no me tengáis nunca mas a vuestro lado, pero a lo mejor un día os dais la vuelta y un recuerdo mio os acompaña. Entenderme y hablarle con cariño a mi Carmencita del abuelo. Un beso a todas y no me olvidéis-

La oscuridad del final lo cubrió todo. Los recuerdos llegarón y los sentimientos se vieron reflejados en una pequeña lágrima que broto de la cara de Ainhoa. Al moverse las cortinas despertaron de un sueño, de su último recuerdo.

Luis se levanto y se acerco hasta una cajonera de madera de nogal tallada. Saco una llave que guardaba celosamente en un bolsillo oculto del chaleco del traje y delicadamente abrio una puerta. Saco un paquete del tamaño de una caja de zapatos. Estaba envuelto en un paño rojo de lino y encima tenia un escudo con dos leones y un castillo.

Colocó la caja encima de la mesa del despacho, las miró a las dos y le tomo la mano a Lara, solemnemente le dijo:

-Lo siento mucho, de verdad, pero ahora tienen que pensar en positivo- en ese momento se acerco suavemente a Ainhoa

La tomo la mano y la miró a los ojos. Sintió como un cosquilleo le rodeaba el cuello y como la temperatura de su cuerpo ascendía. No sabía si lo que mas la agobiaba era esa sensación o o el echo de sentirla el día de la despedida de su padre, pero ya no podía evitarlo. -Lo siento de corazón.

Al soltarla sintió soledad, la misma que hacía dos años cuando se divorció, cuando por al fin todo se acabo, cuando ya nada mas volvería a ser lo mismo y se convertiría en una madre soltera, algo la liberó y en fondo la alegró.

-Solamente tengo una norma que daros, es la única que don Valentín Ramos puso.-Las tres mujeres miraron impacientes- No podéis abrir esto delante de nadie y esto me atañe a mi también, así que iros tranquilamente a casa y cuando os sintáis cómodas abrirlo.

Amablemente las acompañó hasta la salita para que firmaran los documentos. Cuando estaban en la puerta se despidió y les entrego una tarjeta- si un cualquier problema no dudéis en llamarme- y mirando a Ainhoa le dijo- nunca se sabe lo que puede pasar- y se despidió.

Bajaron por el ascensor y madre e hija se miraron sonriendo.

-Estaba ligando contigo o me estoy haciendo mayor-

-Por favor mama- se volvió a sonrojar- no digas bobadas.

-Mami era muy guapo- Carmen volvió a hacerlas reír otra vez a todas.

Nada mas llegar a la calle y abrir el portal tomaron un taxi sin dudarlo. Con urgencia le dieron la dirección. Cuando llegaron pagaron con veinte euros y no esperaron a la vuelta. Corriendo y sin poder esperar al ascensor tomaron las escaleras. Abrieron la puerta y dejaron la caja en la salita.

Las tres se quedaron mirando y Lara por fin le quito el pañuelo. Ante ellas apareció una caja de madera negra con el mismo escudo del lino tallado en la madera, pero esta vez los leones parecían mas vivos y el castillo mas grande. Las tres se miraron y quitaron el pestillo. Tras un suspiro suavemente abrió la caja. Introdujo la mano y después de sacar un sobre que le entrego a Ainhoa miro al fondo y lo que vio la desconcertó. Saco un ordenador portátil plateado. Por favor, si las dos odiaban la informática ¿para que querrían un portátil como herencia?

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