miércoles, 15 de diciembre de 2010

La última cena







Capítulo 4


Rosa camina segura hacia el lugar donde tanto tiempo había soñado. Por fin uno de sus representados había dado el salto a la gran pantalla y su comisión había sido suculenta.

Respiro hondo, empujo la puerta de madera tallada y entro…… El mundo de Christian Louboutin la esperaba, un hombre negro, vestido igualmente, con pelo a lo afro la recibió con un rotundo

-Buenos días, señora

-Buenos días,- contesto Rosa

Miraba hacia las estanterías, soñaba con calzar unos zapatos de esta firma, era el momento de disfrutar, de prepararse para impresionar al hombre con el que tanto había disfrutado, con el hombre que la había hecho soñar, con el hombre con el que quería compartir su vida.

-Podemos ayudarla,- le dijo Omar un vendedor canario, alto, moreno, con un cuerpo moldeado con cincel.

-Claro que me puedes ayudar, - dijo Rosa. Quiero el modelo Metropolis en negro, numero 39.

-Perfecto, tome asiento. Quiere tomar algo?, - le dijo Omar.

-No gracias,- contesto Rosa.

Omar llego con las botas, las saco de un saco de raso rojo. Las botas le quedaban como un guante, hasta la rodilla, con la suela roja, significativa distinción de Louboutin. Se miro en el espejo y disfruto con la imagen que se reflejaba.

-Genial me las llevo,- grito Rosa.

-Algo mas señora?- contesto Omar.

-Tenéis el modelo Bibi en morado?.- le dijo Rosa.

-Lo miro, -contesto Omar

A los pocos minutos Omar apareció con los zapatos, - son los últimos que nos quedan- . Se los probo y una vez mas se sintió perfecta, disfruto de la imagen que veía.

-Es una locura, pero me los llevo también.- volvió a gritar Rosa.

-Muy bien señora, acompáñeme ,- le dijo Omar

-La tienda es preciosa, leí un reportaje sobre ella, pero las imágenes no le hacen justicia. Tendréis que disfrutar mucho trabajando aquí?

-Para mi es un sueño. – comento Omar. Yo trabajaba antes en YSL y cuando me cambie fue muy gratificante.

-YSL? Tenia pensado ir ahora, dijo Rosa. Buscaba un vestido para una cena especial que tendré en unos días.

-Espere un momento, allí trabaja Pedro, un buen amigo. Le voy a llamar para que le atienda el.

-Gracias,- contesto Rosa.

Omar le acompaño hasta la puerta, ha sido un placer,- comento. Para mi igual, muchas gracias, - comento Rosa.

Rosa caminaba por la calle Serrano, orgullosa de sus compras, pensaba el momento de estrenar sus zapatos. Imaginaba la reacción de su gran amor, penso en llamarlo, salto el buzon de voz.

Nuevamente abrio la puerta de cristal de YSL, Pedro, un hombre alto, con el pelo corto, tez morena y cuerpo delgado, salio del final de la tienda y se dirigio hacia ella.

-Buenos dias, señora. Acabo de hablar con Omar, la estabamos esperando.

-Buenos dias, muy amable. Buscaba un vestido para una cena especial…..,- comento Rosa

Pedro la enseño un vestido color gris plata, con falda globo, cuerpo de raso, lo acompaño con un bolero de lana, acabado en vison. Rosa se lo probo junto con sus nuevos zapatos, era increíble…….

-Me lo llevo.- comento una nerviosa Rosa.

-La sienta genial, parece pensado para usted. Donde vaya triunfara!!!!!.- comento Pedro.

Pedro miraba con insistencia a Rosa y Rosa percibia esas miradas.

Rosa decidio probarse el vestido con las botas que habia comprado minutos antes. Solicito la ayuda de Pedro para ponerse las botas. Pedro comprobo las piernas tan duras que tenia Rosa.

Rosa se sintio nerviosa al sentir las manos de Pedro.

Las botas igualmente resaltaban el espectacular cuerpo de Rosa. Posteriormente salio del probador, se dirigió hasta el mostrador, entrego la tarjeta y espero a que salieran con su vestido.

Mientras tanto Pedro, le sugería algún complemento mas……..

-Que le parece esta cartera de mano?,- comento el vendedor.

-Preciosa,- dijo rosa. Pero el mejor complemento de la tienda eres tu.

Pedro se sonrojo, y no sabia hacia donde mirar. Rosa relleno la tarjeta para recibir todo el mailing y dejo todos sus datos. De vuelta a casa imaginaba que llamaba Pedro y que los dos tenían una relación de sexo y pasión descontrolada.
Su móvil sonó, un numero desconocido aparecía en pantalla.

-Si,- contesto Rosa

-Hola Rosa, soy Pedro de YSL. Te llamaba porque me apeteceria tomar un café contigo alguna tarde de estas.- dijo Pedro

-Hola Pedro, me ha encantado recibir tu llamada. Por supuesto que podemos quedar cuando quieras.- comento Rosa

-Yo mañana no trabajo, podemos quedar sobre las 7. Yo vivo por Alonso Martinez,- dijo Pedro

-Perfecto, yo a las 10 he quedado a cenar, pero perfectamente puedo quedar a las 7,- dijo Rosa

-Genial, mañana volvemos a hablar y concretamos, - dijo Pedro

-Hasta mañana, entonces,- dijo Rosa

-Hasta mañana,- dijo Pedro

Rosa le dijo al taxista que parara, cogio de nuevo su móvil y marco un numero de manera muy rápida.

-Juan, por donde estas?,-dijo Rosa

-Estoy saliendo de la consulta,- dijo Juan

-Te recojo,- dijo Rosa

-Perfecto,- dijo Juan

-Por favor, paseo de la Habana, 54,- dijo Rosa al taxista.

Juan estaba parado delante del portal de su consulta, un edificio de 10 plantas, elegante, con puertas giratorias y mucha vegetación.

Abrió la puerta del taxi y se metió dentro.

Rosa le beso apasionadamente, Juan no podía resistirse y comento al taxista que se dirigiera al hotel Cuzco.

Juan le dio un billete de 50 euros al taxista y no espero a que le devolviera los 19 euros que sobraban. Juntos tomaron el ascensor y subieron al piso 7 donde el tenia su habitación permanente.

En el ascensor Rosa no pudo contener las ganas de besarle, deshizo el nudo windsor y empezó a besarle por el cuello, allí percibió el aroma que tanto le atraía la mezcla de rosa, muguete y neroli que tanto le recordaba a Marruecos.

La puerta del ascensor se abrió, rapidamente Juan se dirigió a la habitación 706, una vez dentro Rosa desnudo rápidamente a Juan. A Rosa le encantaba quitarle la ropa que con tanto esmero Juan compraba en Milan siempre que se escapaba de viaje.

Tres horas después, Juan le recordó a Rosa su cita para el viernes,

-Recuerda que el viernes tenemos la tercera sesión del blanqueamiento,- le dijo Juan.

-Te tenia que comentar que me voy mañana, me he tomado dos semanas de vacaciones a Thailandia.- explico Rosa

-Thailandia?.- dijo Juan

-Si, voy a acompañar a Mario, le han ofrecido el guión de una película allí, me ha pedido que le acompañe, es una oportunidad única para el y para mi.- rosa no se creía sus palabras, pero solo pensar que allí se encontraría con su gran
amor le hacia olvidar la mentira que le estaba contando a Juan.

-Me parece correcto, siempre te he comentado que un representante tiene que hacer cualquier cosa por su representado, dijo Juan. Rosa comenzó a vestirse bajo la atenta mirada de Juan.

-No te vayas todavía, quiero que pases la noche aquí,- comento Juan

-Es imposible, tengo que hacer la maleta, preparar vuelos, conexiones, hoteles….,- dijo Rosa.

-Siempre es lo mismo, acabas y quieres marcharte,- dijo Juan.

-Es mejor así, no quiero que tengas que llamar a tu mujer y que mientas, bastante daño la estas haciendo ya,- comento Rosa.

-Clara es cosa mía, no te preocupes por ella, como yo no me preocupo de tus novios, amantes, representados y demás,- comento Juan.

-No me vuelvas a hablar así, recuerda que esta relación es solo sexo, yo te hago sentir lo que tu mujer no te haría sentir ni en un millón de años,- dijo Rosa.

-Te he traído un regalo, hoy hace 16 meses que te conocí,- comento Juan.

Juan saco de su messenger negro de Loewe un bolsa de Nicol`s, una prestigiosa joyería de Madrid, saco una caja de terciopelo negro, se levanto de la cama y con su cuerpo desnudo, puso rodilla en suelo y se lo dio.

-Que haces?,- le dijo Rosa

-Lo he pensado muy bien, no quiero que solo sea sexo, no quiero verte en este hotel mas, quiero poder ir a restaurantes, viajar, ir por la calle contigo sin miedo a que nos vean juntos, quiero dejar a mi mujer…………., Juan abrió la caja y saco una sortija en oro blanco con diamante negro central en talla brillante y diamantes blancos en talla brillante.

Rosa no pudo quedarse de pie, para ella esta relación si era solo sexo, si quería que siguiera así, sin compromiso, sin restaurantes, sin viajes, sin paseos por la calle. Cuando quiso darse cuenta ya lucia en su dedo anular izquierdo aquella impresionante joya.

Rosa subió en el ascensor sin atreverse a decirle a Juan nada de lo que pensaba, ahora solo estaba centrada en su viaje a Thailandia, ademas pensaba en lo bien que quedaba su nueva joya con el vestido de YSL.

Rosa despertó sobresaltada, saco el iphone 4 de su nueva funda Prada y comprobó que quedaban 5 minutos para que sonara el despertador.

Se dio una ducha rápida, se aliso el pelo, eligió una pantalón vaquero pitillo, una camiseta blanca sin mangas, una americana azul marino, unas sandalias marrones y su bolso Fendi con el que siempre viajaba.

Sono el teléfono, le indicaban que el coche 136 estaría listo en 5 minutos para llevarla al aeropuerto.

Una vez en el aeropuerto busco el mostrador de business de Iberia. Alli facturo sus dos maletas, aun quedaban 80 minutos para embarcar. Decidio buscar un lugar de prensa donde comprar revistas para el vuelo.

Sin mirar a nadie, bajo unas gafas negras y contestando varios correos, tropezó con una niña. La niña se asusto y se puso a llorar.

-Perdona, no te he visto,- dijo Rosa quitandose las gafas.

Una chica se acerco rápidamente, e increpo a Rosa muy buscamente.

-A ver si tiene mas cuidado!!!!, a podido hacerle daño a mi hija.

-Carmen, Carmen!!!, gritaba una señora

-No pasa nada mama, Carmen esta bien, ha tropezado con esta señora, pero no pasa nada.

-Ha sido sin querer, contesto Rosa.

La niña le dio a su madre un billete que estaba en el suelo. Su madre lo cogió y leyó el nombre del viajero, comprobó que no era suyo. Se le había caído a Rosa cuando tropezó con la niña.

-Va ha Thailandia?.- Le dijo la madre de la niña.

-Si,- contesto Rosa

-Nosotras también, acabamos de llegar de San Sebastian y en 1 hora tomamos el vuelo.

-Le vuelvo a pedir disculpas, no he visto a su hija, por cierto me llamo Rosa

-Yo Ainhoa, esta es mi hija Carmen y esta es mi mama.

-Encantadas y nuevamente pido disculpas,- dijo Rosa.

-Voy a comprar unas revistas, antes de embarcar, las veo en unos minutos,- le comento Rosa.

Rosa se fue hacia el kiosco de prensa deseando que ellas fueran en clase turista y no tener que compartir vuelo con esos tres personajes.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El club Bildeberg







Capítulo 3


Barcelona, Septiembre de 1989.

Hotel Gótico en vía Laeitana. Bien vestido, con un traje negro, pañuelo morado en su bolsillo izquierdo y corbata roja, hizo su entrada un hombre alto acompañado de su séquito personal. Tanta gente de seguridad alrededor de una sola persona le daba un toque de cierta importancia.
Multitud de medios de comunicación se situaban al otro lado de la puerta. Flashes constantes le deslumbraban los ojos. Tras saludar a todos los guardias de la puerta del hotel se dirigió hacia el ascensor con paso firme. Durante el camino no pudo evitar fijarse en la decoración del hotel, un arco apuntado que deja paso a una entrada, desde la cual se puede observar la maravillosa bóveda de crucería.
Se abrieron las puertas del ascensor y entro con él su hombre de confianza. El botón marcaba la sexta planta, y tras unos instantes de miradas perdidas se rompió el silencio al preguntarle a su acompañante.

-¿Han llegado todos nuestros invitados?, Valentín.

-Todos sin ningún problema. El último en llegar como siempre ha sido nuestro colega David. – David Rockefeller, fue cofundador de dicho foro en 1954. El foro fue llamado club Bildeberg.

-Lo esperado. – Henry sabía que hacía 15 años que el miembro más ilustre del club, David, había dejado de ser tan activo como antes.

-¿Todos saben que tienen que estar sin falta a las 10 en la catedral? – Pregunto Henry.

-Si, no se preocupe están avisados, el acceso deberá realizarse por la puerta trasera, justo por la zona al acceso al convento. – respondió Valentín.

-¿Esta toda la vigilancia activada?

-Tenemos 100 policías locales a nuestra disposición. Esta toda la catedral acordonada, y en todos los hoteles en los que se encuentran nuestros invitados hay seguridad privada. – La cara de Valentín mostraba el estrés de un duro trabajo en los últimos días.

-Perfecto. – Esta era la primera vez que Valentín asumía directamente la dirección del evento. Además lo hacía en su país natal. – Sabía que estabas sobradamente preparado para organizar este evento. No me equivoqué cuando despedí a aquel estúpido inútil italiano. – Exclamo Henry con cara de cortesía.

Justo en ese momento se abrieron las puertas del ascensor y los dos hombres salieron de él.
El salón principal de la sexta planta, donde estaban situadas todas las suites, mostraba la categoría del hotel. Unos amplios pasillos a cada lado con lámparas con forma de gotas de lluvia se multiplicaban desde el techo y marcaban el camino hacia las habitaciones.

-Henry, es la suite 601. Esta aquí a la derecha. – Le indicó Valentín a Henry.

Caminaron durante unos pasos y se situaron delante de la puerta de la habitación, Valentín sacó la tarjeta electrónica e insertó la llave electrónica. Se abrió la puerta y se pudo ver la majestuosa suite presidencial del hotel.

-Excelente elección Valentín. – Henry mostró cara de aceptación.

Ambos entraron a la suite.

-Valentín, una última cosa antes de que te vayas, ¿sabemos si nuestro amigo Federic ha traído “el paquete”?

-Sí, David. No se preocupe, lo ha traído y hemos reforzado su seguridad.

-Esperemos que todo funcione correctamente, y que no tengamos sobresaltos. – Dijo Henry con cara de preocupación.



Cerca de aquel lugar, desde lo alto de la buhardilla de un edificio colindante, se observaban unos prismáticos; unas manos blancas y sudorosas como esponjas, marcaban cierto estado de nerviosismo.
Llevaba más de ocho meses preparándose para la próxima hora. Tras él, una pared llena de recortes de periódicos, nombres y localizaciones de la ciudad de Barcelona. Eran más de sesenta alrededor de su agitada cabeza, entre todos ellos habían dos marcados: David Rockefeller y Federic Rettinger.
De repente, sonó el teléfono móvil. Soltó los prismáticos y se dirigió a cogerlo. Es en ese momento se vió su rostro. Su cara mostraba el paso rápido de los años de una vida descuidada; barba de un par de días, pelo largo, ojeras muy marcadas.
Su vestimenta era una la larga túnica negra, pero a pesar de ello, por debajo se dejaban ver unos largos y grandes tatuajes que parecían ser nombres, en su brazo izquierdo, mientras que el derecho mostraba una venda que marcaba una lesión reciente.

-Pronto- Contestó con voz débil.

-Están a punto de salir los invitados hacía el punto de reunión. ¿Sabes lo que significa eso? – Indicó una voz fuerte al otro lado del teléfono.

-Entendido, no se preocupe. Llevo más de dos meses preparándome, se donde y cuando debo aparecer.- Mostró cierta tranquilidad por primera vez. Cuando tenga el paquete me pondré en contacto con usted para que me facilite la siguiente información.

-Perfecto, espero que cumpla con su labor a la perfección o sino sabrá lo que le puede pasar. Somos una sociedad que no nos gusta dejar clavos sueltos… - indicó la voz telefónica con tono de amenazante.

-Yo soy el primer interesado en poder acceder a vuestra sociedad, y sabe que daré mi vida si es necesario. Es cuestión de honor, y más sabiendo cual es mi historia. – Le cambió de nuevo el gesto de la cara marcando unas arrugas bien profundas en la frente.

-Perfecto, no dudo en ello. Pero sólo le avisaba. – Justo en ese momento se colgó el teléfono y se escuchó un pitido telefónico.

El hombre de la túnica miró el móvil, lo apagó y comenzó a recordar todos los años de duro trabajo que había pasado trabajando para el club bildeberg codo con codo junto con su ex - amigo Henry.
Alexandros, como se hacía llamar había pertenecido durante mucho tiempo al club bildeberg . Fue introducido por su padre, un famoso integrante, aunque nunca llegó a tomar mucha confianza con el resto de los miembros. A pesar de ello, llegó a ser una pieza importante debido a su duro trabajo y compromiso, hasta que hace aproximadamente un año sucedió algo inesperado. Se vió inmerso en un proceso penal por abusos a un menor. Fue condenado a 5 meses de prisión y provocó su expulsión automática.
Alexandros cumplió su condena y tuvo mucho tiempo para pensar, y sobre todo para que surgiera en su interior un sentimiento de venganza tras el mal comportamiento que tuvieron, según su parecer, sus colegas del club.
Volvió a la realidad y dejó su móvil en el bolsillo del traje negro que portaba por debajo de la túnica.
Justo en frente de él, en la estantería de color gris, se podía ver una alargada daga con un filo perfectamente afilado. La cogió y la colocó en su espalda, mostrando cierta habilidad en su manejo. Revisó su alrededor, recogió un informe situado sobre la mesa principal y se miró en el espejo escondiendo el traje que guardaba debajo de la túnica; entonces se subió la capucha tapando su cara, abrió la puerta de la habitación y observó el nombre que marcaba el informe: Federic Rettinger.




A unos dos kilómetros de la catedral de Barcelona Federic Rettinger, famoso empresario francés, dueño de unas de las multinacionales más importantes del momento, se disponía a salir del hotel en el que se hospedaba.
En su mano izquierda portaba un maletín plateado, esposado a su mano según las indicaciones que los dirigentes más ilustres del club le habían dado hacía ya casi un año. El maletín había sido depositado el pasado año en un famoso banco de Ginebra, y esa mañana había sido recogido por él mismo, justo antes de tomar el vuelo y dirigirse a la ciudad condal para la reunión anual del club.
Este año era la primera vez que se realizaba en España, aprovechando la apertura de dicho país a la unión europea, y la localización no podía ser más espectacular, la catedral de Barcelona.
La catedral poseía tres entradas, una principal y dos laterales; una de ellas coincidía con la entrada al convento de los Agustinos. La otra había sido destruida durante la guerra civil española y estaba totalmente inservible.

-Señor Rettinger, la limusina está preparada, ya podemos salir. – Le indicó el jefe de seguridad del hotel.

-Merci beaucoup – dijo Federic con cara de amabilidad, justo en el momento en el que sale del hotel y se sube a una espectacular limusina de 6 metros. Junto a él se subió el jefe de seguridad y tras comprobar que todo estaba correcto, el coche se puso en movimiento en dirección a la puerta del convento de la catedral.

-Señor Rettinger, tengo la obligación de indicarle cual va a ser el protocolo a seguir en el momento en el que se baje del coche. – Indicó el guarda de seguridad.

-No se preocupe. Llevo muchos años asistiendo a estas reuniones…- Dejo entrever una cara de consideración.

-Si señor Rettinger, pero esta vez es especial. – dijo el guarda mientras señalaba el maletín que colgaba de su mano izquierda.

-Bueno continuemos con el formalismo. – Prosiguió el guarda. -Al parar el coche delante de la puerta del convento, le recibirán una serie de monjes que le acompañaran al interior. Debe seguirlos al interior.

Federic movió la cabeza marcando su aceptación.

-Una vez en su interior le saludaran cada uno de ellos; recuerde que debe hacerlo con la mano derecha. –En este punto el guarda acentúo su entonación marcando que era un dato muy importante.

-Perfecto. –Asintió Federic.

-Después de ello, será recibido por el señor David, y será dirigido por él a la instancia principal donde se realizará la reunión. – Continuó el guardia - Recuerde, yo siempre estaré a su lado.
En este momento, se sacó del bolsillo de la chaqueta un objeto y continuó.

-Le doy este pequeño radiotransmisor. Con él estaremos en contacto en todo momento durante el instante de la salida de la limusina. Debo mantener una distancia prudencial entre usted y yo. ¿Ha entendido todo? – Finalizó el guardia.

-Perfectamente – Asintió Federic con cierto nerviosismo. Sabía que había estado luchando durante muchos años para conseguir la confianza de sus colegas, y que ahora era el momento de no fallarles.




Desde el interior del convento, el Señor Henry no paraba de recibir a los invitados. Pero el siguiente era especial. El señor Federic, su gran amigo. Henry había convencido a todos los socios del club de que Federic era el más apropiado para dicho cargo. Tenía grandes dotes, era un famoso empresario, y gerente de varios de los bancos más importantes de Suiza. Era sin duda el candidato perfecto para el salvaguardo del “paquete”.
De repente, se aproximó Valentín al señor Henry y le dijó al oído:

-Henry, el coche de Federic está en la puerta. Vamos a proceder a su entrada al convento. – Dijo esperando el consentimiento de su colega.

-Que procedan…-contestó Henry.

Al otro lado de la calle, el guardia del señor Federic recibió el ok para poder proceder a la entrada al convento. Primero bajo él, junto con sus 3 compañeros, revisaron los alrededores de la puerta y entonces le indicaron al señor Federic por radiofrecuencia que podía salir del coche.

-Señor Federic, puede salir del coche, acérquese al grupo de monjes sin entretenerse mucho – Indicó el guardia.

-Entendido… – Federic comenzaba a sentirse un poco cansado de tanta seguridad.

Bajó del coche y se dirigió hacia los monjes con paso firme. A llegar a su altura observó la majestuosa catedral por un momento. Les realizo una reverencia a los monjes en señal de cortesía por su hospitalidad. Segundos después se creó una fila de monjes, entendiendo que debía seguirles hacia las escaleras que daban acceso al convento.

-Señor Federic, debe seguir la fila hasta el interior. Nos vemos en el interior en unos minutos. – Indicó el guarda.

Federic siguió a los monjes hacia el interior del convento, subieron las escaleras ocres que daban acceso al convento, y cuando ya estaban a la vista del señor Henry y habían sobrepasado las puertas de acceso, rompieron la fila y se situaron en línea horizontalmente con respecto a su invitado.
Federic entendió que era el momento de darles la mano y saludarlos, así que se acercó al primero de ellos y le dio la mano. Aquel primer apretón de manos le tranquilizó. Luego vino el segundo, el tercero, así hasta que se acercó al penúltimo, mientras Henry observaba desde el otro lado de la cámara como su invitado saludaba cortésmente a los dueños de aquel convento.
Cuando Federic llegó al último de los monjes, algo raro observó en la mano derecha de aquel monje. El monje estaba lesionado de su mano derecha, así que el monje le ofreció la mano izquierda. Federic sin pensarlo, cambió de mano y fue a saludarlo con su mano izquierda. Justo en ese momento algo sucedió. El último de los monjes con una destreza propia de un monje Shaolin se levantó la capucha, sacó una daga de detrás de ella y con su mano derecha “herida” la empuñó y dio un corte certero en la mano izquierda de Federic. El corte le seccionó la mano de tal modo que las esposas dejaron caer “el paquete” al suelo.
Federic comenzó a gritar, alertando a todos los guardias que lo escoltaban y que estaban situados un poco por detrás de ellos. Todos ellos se lanzaron hacia el interior del convento, pero ya era posiblemente demasiado tarde.

-Alerta roja!. – dijo el guardia personal. – Hemos perdido “el paquete” establecer el perímetro. Llamar a una ambulancia! .Quiero un grupo que me acompañe al interior, debemos encontrar a ese hijo de puta!.

Toda la seguridad comenzó a establecer el perímetro, y comenzaron a moverse sin control de un lado para el otro.
Henry y Valentín observaron la escena con cara desencajada. Ambos intentaron seguir al monje hacia el pasillo, pero Henry era demasiado mayor y Valentín lo perdió justo en una esquina del pasillo principal.

-Señor hacia donde fue el monje – Preguntó el guarda.

-No lo sé – contestó angustiado – Se dirigía hacia el pasillo principal y lo perdí. No debe de andar muy lejos.

-No sé preocupe, no tiene salida. Tenemos todas las salidas bloqueadas y un cordón policial de medio kilometro. Lo cogeremos más tarde o temprano.

-Tenemos que recuperar el paquete lo antes posible. – Exclamó Valentín, justo en el momento en el que Henry llegó a la altura de ellos.

-Avisen a todos los invitados, deben volver a sus hoteles lo antes posible, estamos en estado de alerta!. – Dijo Henry al borde del desmallo. – Debemos fijar una reunión lo antes posible de todos los miembros en otro recinto para tomar medidas acerca de lo sucedido.

Valentín asintió, e indicó al guardia:

-Juan – Le dijo Valentín al guardia – Pongo en ti toda la responsabilidad de la búsqueda del sospechoso. Coordínese con la policía por si saben algo, pero recuerde que el paquete es nuestro, y de ningún modo puede ser interceptado o revisado por la policía.

-De acuerdo, no se preocupe. Ustedes vayan por la derecha, ustedes tres revisen la azotea, y ustedes dos acompáñenme hacia el interior de la catedral. – Indicó Juan, y se marcharon todos ellos corriendo.



A unos metros de allí, en una antigua instancia cuyo acceso era secreto, se encontraba Alexandros. Dejó caer su túnica y observó el maletín. Al mirarlo algo le llamo la atención. Poseía un código de segridad para poder abrirlo. No recordaba que este código existiese hace un año.
Sacó el teléfono móvil de su bolsillo y lo encendió. Entonces llamó a su contacto.

-Pronto. –Contesto el otro lado de la línea.

-Ya tengo el maletín. Pero existe un problema. –Indicó Alexandros.

-¿Cual? – Dijo con voz de sorpresa.

-El maletín tiene un código para abrirlo, el cual desconozco.

-Ok, tendremos que encontrar una solución. Diríjase con el paquete lo antes posible hacia aquí.

–Ordenó la voz del otro lado la línea.

Se finalizó la conversación y colgó el teléfono.




A unos 600 kilómetros de allí, en la cuidad de Milán, se cuelga un teléfono. Dos personas se ponen a hablar entre ellas, y se deja escuchar sólo una frase:

-Que se preparen todos, estamos relativamente cerca de poder controlar el paquete, y quiero poder tomar las decisiones lo antes posible.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Adios papa

Capítulo 2

"Adios papa"




-¡Carmen no corras!- gritaba ya desesperada desde la terraza del bar. Siempre me hace lo mismo, luego se caerá y se pondrá a llorar. Esto ya me cansa un poco, joder.

-Es una niña, entiéndela, tu de pequeña eras la peor. Ay si pudieras haberte visto, lo que podrías aprender.

-Mama no es lo mismo y tu bien lo sabes. Yo no la he mandado a un internado a los cinco años- Este tema siempre turbaba su carácter y le hacia ponerse a la defensiva.

-Ainhoa, te he perdido perdón ya un millón de veces, pero sabes que era otra época. Tu padre estaba preso y no nos quedo otra opción- Lara ya estaba ya cansada de esta historia después de muchos años de peleas. Pero como madre no le quedaba otra mas que aguantar, además hoy no era día, hoy no le importaba casi nada, solo quería pasar ya por el trámite.

-Perdona mama, voy a por Carmen.

Ainhoa paseo tranquilamente hacia la pequeña. Tampoco le molestaba tanto que se cayera al suelo, era una niña y salir de esa conversación era lo mas importante en ese momento. Lo estaba pasando muy mal, la muerte de su padre, el testamento que iban a leer esa tarde. Eran temas de los que no quería hablar y menos con su madre, pero hoy era el día y tenían que ir a ver al notario, por mucho que tropezara Carmen.

Habían pasado ya dos semanas desde que su padre muriera y todavía lo pasaba mal recordando que no se podía haber despedido de él, pero sus continuos viajes hicieron que hasta tres días después de su muerte no les hubieran avisado. El cadáver apareció en una de las playas mas famosas de phuket en Thailandia y el traslado del cadáver fue una ida y venida al consulado asiático. El embajador les explicó que se ahogo mientras hacía submarinismo aunque nunca llegaron a entenderlo del todo dado su aversión a los deportes y sobre todo al agua. Se imaginaron que sería una exigencia de la empresa para quedar bien con algún cliente, algo que hiciera que el cabezota por fín se metiera en el mar.

Nunca las quiso explicar mucho del trabajo, de los clientes que tenia que llevar a extraños lugares, exigencias de sus jefes a cualquier hora del día o llamadas crípticas mientras disfrutabas de los pocos momentos que le regalaba a su familia. Lara lo llego a aceptar, al principio por amor y después porque nunca nada le falto, acostumbrarte a una vida cómoda es fácil se decía siempre ella. El día que llamaron para decir que Valentín había muerto no lloró. Pensó que lloraría al día siguiente, pero ni siquiera le dolió y eso si que le duele.

En dos horas tenían que enfrentarse con la verdad. A lo mejor conocería un poco mas del mayor enigma que había tenido desde que era niña, su padre. Le encarcelaron cuando ella tenia cinco años y paso diez en la cárcel de Kresty en San Petersburgo, años que le dejaron marcado, que le llenaban los ojos de rabía cada vez que su persistente hija hacia sacar el tema, incluso en estos últimos momentos de vida en los que Ainhoa se intereso tanto por tratar de conocerle.

Tras una conversación con su madre una navidad consiguió saber que en un viaje organizado por la empresa un accidente se convirtió en una pesadilla. Ella fue parca a la hora de relatar las causas del encarcelamiento, pero según parece atropello a tres personas con un coche que había alquilado. El juez no tuvo piedad y le condeno y la empresa nunca se la jugaría para intentar sacarle. Ainhoa recordaba como de vez en cuando los jefes de su padre pasaban por casa para explicarle cual era la situación.

Ese amor por la empresa la enfermó siempre, ellos que nunca se la jugarían para sacarle. Una farmacéutica que le llamaba a las tres de la mañana para mandarlo a viajes a lo desconocido, de los que el volvía con una sonrisa en la cara, pero siempre con dos o tres arrugas mas y esa expresión de tristeza en los ojos que nunca perdió.

Levanto la cara y vio a su pequeña sonriéndola, siempre lo lograba, sabía como hacerla olvidar todos los malos momentos, incluso cuando en esa carita de pena aparecia porque su rodilla se había llenado de granos de arena de la playa al haberse caído. Le sacudió cuidadosamente la pierna y le beso herida . Sonrió, pero no olvido soltar su pequeña lagrimita para asegurarla que el golpe no había sido leve como podía haber parecido.

Le agarro la manita y salieron de la playa. Fueron a buscar a la abuela, que como siempre se había adelantado a la hora de pagar.

-¿Mama nos vamos ya?-

-Vamos primero a comprarle un jersey a Carmen, que tenemos tiempo de sobra. No tengo mucha prisa por llegar.

-Lo que quieras mama.- Esta vez no quería discutir, le daba lo mismo. Las dos estaban pasándolo mal y a ninguna de ellas le apetecía el trago de escuchar la última voluntad, pero querían conocer algo mas de él.

Las tres pasearon tranquilamente por el paseo de la Concha dejando la playa a su izquierda. Carmen tomo la mano a cada una y andaron hasta Zubieta.

A Lara nunca le gustaron los grandes almacenes, esas multitudes la aturdían, pasillos repletos de mujeres regalándote olores en papeles, dispuestas a sonreírte sin quisiera saber quien eres. Se metieron en una tienda de ropa infantil de la avenida de la Libertad. San Sebastián estaba llena de estas pequeñas tiendas en las que el trato siempre sería mas amable.

Compraron dos jerséis y apuraron hasta el último momento. Cuando eran justamente las cinco de la tarde sin casi haberse dado cuenta estaban en la puerta del notario llamando al timbre. Sin que nadie respondiera la puerta se abrió y empujando con pocas ganas entraron en el edificio. Ante ellas apareció un portal enorme, solemne y oscuro, de esos que te empequeñecen y te intimidan, ¿porque la gente necesitará una entrada mas grande que su casa?, Ainhoa nunca lo entendió. Dentro de una pequeña habitación con un frontal de cristal estaba un hombre con cara sombría, el cual les indico sin mirarles que el notario estaba en la cuarta planta.

Cogieron el ascensor. Todo lo querían hacer despacio, pero la puerta ya estaba delante de ellos. Llamaron y una joven secretaria les indico una sala de espera. Las tres mujeres se sentaron y esperaron tranquilamente a que las llamaran. Pero poco a poco los nervios fueron aparecieron.

-Sabes que te quería y que siempre que llamaba me decía que te había comprado algo.

-Gracias mama, no te preocupes que todo va a salir bien, y ademas si era millonario lo compartiré contigo.- Las dos se rieron y Carmen no entendía pero comenzó a reír como una loca. En ese instante la puerta de la sala de espera se abrió de golpe y la joven secretaria apreció.

-Perdonar pero creía que pasaba algo. Don Luis me ha dicho que pueden pasar en un minuto. Si quieren las acompaño ya al despacho. Él vendrá enseguida.

Acompañaron a la joven que las llevo a un gran despacho, con unos ventanales enormes que iluminaban toda la sala. Unas cortinas suavizaban la luz y daban unos tonos mas claros. Se sentaron en unos sillones en frente del despacho y esperaron.

Unos minutos después apareció él. Era un elegante hombre de unos cuarenta años, con ese toque que le dan las canas a los hombres maduros. Parecía que iba al gimnasio por esos hombros, aunque su impecable traje gris le impedía distinguirlo bien. Ainhoa, no se lo podía creer, estaba turbándose con la visión de la persona que iba a darle la última voluntad de su padre. Ella se imaginaba que todos los notarios debían tener sesenta años y ser calvos, no podía relajarse y se estaba empezando a sonrojar.

-Tu tienes que ser Ainhoa Ramos- La miro fijamente a los ojos, algo que ella no aguanto durante mucho tiempo. Desconcertada le dio la mano.-y usted la señora de Ramos, lo siento mucho, conocí personalmente a su marido y era una bellísima persona.

-Muchas gracias don Luis- los recuerdos la estaban transportando a otro lugar y esas palabras la volvieron a hacer aterrizar.

-y esta pequeña tiene que ser una princesa-

-No soy princesa, soy Carmen- Todos rieron, pero Carmen no les entendió, ella no era princesa por dios.

-Si quieren no dejamos de formalismos y empezamos directamente. Les comento que la documentación la firmarán al salir con mi secretaria. Os mostraré el video que don Valentín dejó como última voluntad.

Luis se sentó tranquilamente en su despacho, paseando por delante de las tres mujeres. Este paseo dejo mas desconcertada a Ainhoa, por favor, ahora no podía relajarse, le estaba poniendo tensa y eso no le gustaba. Tardo, pero al final respondió.

-¿Un video?, ¿mi padre nos dejo un video?-

-Si, la última voluntad de su padre era un video. Sientense que bajaré las persianas y encenderé el proyector. Pulso unos botones en la mesa y automáticamente las cortinas se cerraron y una pantalla de proyector comenzó a bajar. Debía de ser una práctica común poner proyecciones como última voluntad, pensaron la madre y la hija.

De repente la habitación se quedó completamente a oscuras, y así pasaron tres segundos, que se hicieron interminables. Apareció Valentin en un despacho, no lo conocía, pero tenia una foto de las tres y piezas de cerámica que Carmen le regaló al abuelo.

-Hola mis mujercitas. Se que si están viendo esto no será para bien, pero bueno, al menos nos podemos despedir. No quiero lágrimas, ni tristeza ni desilusión. Hemos vivido una vida maravillosa y tenemos que estar orgulloso de ello.

Como os habréis imaginado no trabajo en una farmacéutica, pero siempre me ha gustado hacerme el interesante, eso a mama le encanto. Así te tuve enamorada toda la vida. ¿Te acuerdas cuando te conocí en Estambul?. Tu ibas en un viaje de estudiantes y yo trabajaba como adjunto en la embajada. Por dios, que bella has sido siempre y siempre lo serás.

Quiero ser breve, pues esto no tiene mas sentido y nunca he sido bueno en las despedidas. Os pido perdón por esos diez años que no os tuve cerca, a ti Lara por no poder quererte mas de cerca, aunque ni una noche te olvidé y a ti Ainhoa por no haberte conocido de joven, por haberme perdido tu primeros días en el colegio, tu primer novio y tu primera decepción. No fueron años buenos aunque te forjan y me hicieron descubrir muchas cosas de la vida.

Quiero daros algo para intentar compensar todos los días que no pasé con vosotras. Es el trabajo de toda mi vida, por lo que luche y por el que me perdí muchos momentos con mi familia. Está claro que con un trabajo normal no quedaria mucha pensión así que espero que con esto me recordéis.

Os quise y siempre os querré, aunque ya no me tengáis nunca mas a vuestro lado, pero a lo mejor un día os dais la vuelta y un recuerdo mio os acompaña. Entenderme y hablarle con cariño a mi Carmencita del abuelo. Un beso a todas y no me olvidéis-

La oscuridad del final lo cubrió todo. Los recuerdos llegarón y los sentimientos se vieron reflejados en una pequeña lágrima que broto de la cara de Ainhoa. Al moverse las cortinas despertaron de un sueño, de su último recuerdo.

Luis se levanto y se acerco hasta una cajonera de madera de nogal tallada. Saco una llave que guardaba celosamente en un bolsillo oculto del chaleco del traje y delicadamente abrio una puerta. Saco un paquete del tamaño de una caja de zapatos. Estaba envuelto en un paño rojo de lino y encima tenia un escudo con dos leones y un castillo.

Colocó la caja encima de la mesa del despacho, las miró a las dos y le tomo la mano a Lara, solemnemente le dijo:

-Lo siento mucho, de verdad, pero ahora tienen que pensar en positivo- en ese momento se acerco suavemente a Ainhoa

La tomo la mano y la miró a los ojos. Sintió como un cosquilleo le rodeaba el cuello y como la temperatura de su cuerpo ascendía. No sabía si lo que mas la agobiaba era esa sensación o o el echo de sentirla el día de la despedida de su padre, pero ya no podía evitarlo. -Lo siento de corazón.

Al soltarla sintió soledad, la misma que hacía dos años cuando se divorció, cuando por al fin todo se acabo, cuando ya nada mas volvería a ser lo mismo y se convertiría en una madre soltera, algo la liberó y en fondo la alegró.

-Solamente tengo una norma que daros, es la única que don Valentín Ramos puso.-Las tres mujeres miraron impacientes- No podéis abrir esto delante de nadie y esto me atañe a mi también, así que iros tranquilamente a casa y cuando os sintáis cómodas abrirlo.

Amablemente las acompañó hasta la salita para que firmaran los documentos. Cuando estaban en la puerta se despidió y les entrego una tarjeta- si un cualquier problema no dudéis en llamarme- y mirando a Ainhoa le dijo- nunca se sabe lo que puede pasar- y se despidió.

Bajaron por el ascensor y madre e hija se miraron sonriendo.

-Estaba ligando contigo o me estoy haciendo mayor-

-Por favor mama- se volvió a sonrojar- no digas bobadas.

-Mami era muy guapo- Carmen volvió a hacerlas reír otra vez a todas.

Nada mas llegar a la calle y abrir el portal tomaron un taxi sin dudarlo. Con urgencia le dieron la dirección. Cuando llegaron pagaron con veinte euros y no esperaron a la vuelta. Corriendo y sin poder esperar al ascensor tomaron las escaleras. Abrieron la puerta y dejaron la caja en la salita.

Las tres se quedaron mirando y Lara por fin le quito el pañuelo. Ante ellas apareció una caja de madera negra con el mismo escudo del lino tallado en la madera, pero esta vez los leones parecían mas vivos y el castillo mas grande. Las tres se miraron y quitaron el pestillo. Tras un suspiro suavemente abrió la caja. Introdujo la mano y después de sacar un sobre que le entrego a Ainhoa miro al fondo y lo que vio la desconcertó. Saco un ordenador portátil plateado. Por favor, si las dos odiaban la informática ¿para que querrían un portátil como herencia?

Un bolo en las afueras de Madrid







Capítulo 1

“Un bolo en las afueras de Madrid”



“¡No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente!”. Tras pronunciar por enésima vez su frase favorita de Pérez Reverte, que hiciera famosa aquella saga de novelas, se retiro de la plaza.

Mario Eiranova era el Capitán Alatriste los jueves, los viernes Don Quijote y los sábados un monje. No era demasiado alto para esos papeles, pero tenía suficiente desparpajo para llevarse de calle a un público entregado, generalmente no muy exigente, que acudía a las visitas teatralizadas del centro de Madrid.

Era atractivo y estaba dotado de una fotogenia particular, vivía intensamente sus personajes, por eso siempre tuvo claro que podría interpretar. Sus estudios de arte dramático en la escuela del Ayuntamiento de Madrid, no le ofrecían un panorama laboral deslumbrante. Sin embargo, al menos trabajaba de lo suyo, algo que no habían conseguido la mayor parte de sus compañeros.

Trabajar con turistas era cómodo, conocía a mucha gente, quien sabe si algún día, alguien del público, era un director de casting o le recomendaba a una productora. Por otra parte le permitía improvisar, y en eso consistía lo más excitante y arriesgado del teatro, dejarse llevar para actuar sin red.

Vivía solo en una apartamentucho oscuro en una corrala rehabilitada en la Calle de Jesús y María, muy cerca de la plaza de Tirso y de la filmoteca. Esto no dejaba de ser curioso por su falta de fe en Dios y en sí mismo, además de por su sueño de trabajar en el cine. Le gustaba colarse en el cercano Teatro Monumental, para explorarlo, como el que visita un lugar abandonado. Allí pensaba en todas las historias vividas en ese espacio, técnicamente obsoleto, bastante descuidado. Y mirar los almacenes, la tramoya, la sala de telones… Incluso ayudaba de vez en cuando a los chavales que montaban o desmontaban los escenarios de conciertos, porque desde hacía algunos años, solo se utilizaba para actuaciones musicales y de una orquesta sinfónica.

Había algo inquietante en la mirada de Mario, por una parte podía ser serio y desafiante, en parte amenazador. Sin embargo también podía mirar de forma interesante, generosa, cálido y acogedor.

La mirada con la que recibió aquella mañana a Rosa Belmonte, era de las primeras.


-Dichosos los ojos- dijo entre dientes- Hacia mucho que no sabía de ti.


Tenía un curriculum en varias agencias de actores. UnoActors, le había proporcionado algunos anuncios, otras veces figuraciones. Pertenecía a la cartera de Rosa, una chica de unos treinta y tantos con más vocación comercial que artística. Mas que su agente era una conocida que de vez en cuando le hacia alguna oferta.

-Mario, tengo una vacante en una empresa de animaciones, sé que no es el papel de tu vida, pero quizá te interese- le soltó como saludo, mientras se quitaba un abrigo largo de paño negro, y dejaba a la vista un cuerpo atlético envuelto en unos vaqueros ajustados con unas botas altas y un jersey azulón de cuello alto.


-Al fin y al cabo, está bien pagado.- Continuó- Es mañana, un bolo en las afueras de Madrid. No sé más. Te enviaran un contrato por email, lo lees y se te interesa lo imprimes y lo llevas firmado el mismo día.


-Le echare un vistazo, pero no te confirmo nada.


No le gustaba salvarle el culo siempre en el último momento. Pero andaba mal de dinero, así que no tenía más remedio. Siguieron hablando del mundo de actores y del teatro. Compartiendo información sobre sus conocidos comunes. Él sabía que le agradaba a Rosa, que si cediera a sus miradas podría estar con ella. Pero se resistía a vivir el cliché del actor liado con su representante. Había morbo en aquella historia.

Después de un par de cervezas, se despidieron amablemente y al llegar a casa, Mario ya tenía un email en su cuenta con el siguiente texto:



From: contrataciones@unoactors.com
To:mario_m@mailbox.com

Date: 27 November 2010 14:24:03 PM

Estimado Señor M.E.:
Nos complace invitarle a participar como colaborador en una reunión que se celebrará el domingo, 28 de noviembre de 2010 en una localización cercana a Madrid. Por favor imprima el contrato adjunto, fírmelo y llévelo al evento. Un coche le recogerá una hora antes en su domicilio. Con el fin de garantizar su propia seguridad y la de los asistentes no difunda esta información.

Adjunto a aquel email figuraba el contrato estándar, donde se cedían los derechos de imagen y videográficos para una actuación. Así como los aspectos básicos. No le dio demasiada importancia a que no se mencionara el lugar, puesto que las localizaciones de los rodajes se conservaban en secreto para evitar espontáneos, o podrían variarse en el último momento por causas meteorológicas. Volvió a mirar el correo disgustado, por no encontrar ningún guión. Decepcionado, supuso que no tenía ninguna frase y actuaba como extra o figurante.


-Otra trabajo basura de Rosa- pensó.


A la mañana siguiente trabajaba en un centro cívico. Estaba haciendo un cuenta cuentos de animación a la lectura que tenia apalabrado con una editorial para promocionar una colección nueva, donde los protagonistas de los cuentos eran los personajes de los libros. Acabó bastante tarde, cuando quiso coger el cercanías y luego el metro para volver a casa, ya había pasado media tarde.

Lo primero que hizo fue tomar una ducha para terminar de desconectar del trabajo. Estaba convencido de que el agua arrastraba consigo partículas de los personajes que se quedaban adheridas por todas partes. Merendó un bocadillo de queso y mientras comía, buscaba convocatorias para algún casting en Internet.

Estaba poniéndose una camiseta térmica y unos pantalones marrones de travesia, para aguantar una noche de trabajo, probablemente a la intemperie, cuando sonó el móvil.


-Hola, soy el chofer de la productora. He venido a recogerle.


-Bajo en unos minutos.


Mario terminó de prepararse, salió de casa y atravesó el patio interior que comunicaba la casa con el portal.

Eran las ocho de una tarde de invierno de Madrid, el cielo había estado nublado desde la mañana y el frío no se había ido en ningún momento del día. Un hombre alto con ropa de conductor, una camisa blanca y corbata azul, le estaba esperando en un Wolksvagen Touareg azul marino. Se montó en el coche y tras un escueto “buenas noches”, arrancó el coche.

Tras salir un poco de las calles del centro, enfilo por la calle Segovia con dirección a la M-30. El coche tenía unos acabados excepcionales y era inmenso, estaba equipado con todo tipo de detalles. Mario le preguntó al conductor, a donde se dirigían y entonces el tipo con una expresión bastante seria y cortante le contestó:


-Vamos a coger la carretera de la Coruña. No puedo comentarle más.


Parece que le había tocado el típico conductor renegado que no habla. Una hora después, antes de llegar al túnel de Guadarrama, el conductor tomó una salida y tras avanzar unos kilómetros por una carretera comarcal, abandonó los caminos asfaltados. Se encaminó por una pista forestal y empezó a integrarse en la sierra.

A partir de ese momento se sintió totalmente desorientado, la ausencia de carteles y cualquier tipo de referencia empezó a agobiarle.

Al cabo de unos minutos, un escalofrío le recorrió el cuerpo, ya no sabía dónde estaba. Y de repente el trabajo le dio mala espina. Se toco la pierna donde tenía el móvil, era bastante nuevo y tenia GPS, así que aunque le llevaran a ciegas, cuando llegara podía saber donde estaba. Se acomodó mejor en el asiento y cerró los ojos para relajarse.

El conductor siguió evitando carreteras y transitando caminos durante una hora más, tiempo que Mario paso adormecido, de puro aburrimiento. Hasta que el coche paró.

-Ya hemos llegado. Me han dicho que le entregue esta mochila. Y le tendió una bolsa deportiva que tenia sobre el asiento del copiloto.

Bajó del coche y se encontró a los pies de una edificación antigua , poco iluminada que no distinguía con claridad, solo veía una senda iluminada por unas farolas de poca altura. Estaba completamente solo, ningún tipo de camión ni caravana que caracterizan siempre los set de rodaje.
Oyó alejarse el ruido del motor del coche que lo había traído y saco el móvil.


-¡Joder! Dijo en voz alta. No había cobertura ni señal GPS. Tenía que haber avisado a alguien.


No recordaba haber visto antes ninguna edificación de ese estilo, si es que seguía en el norte de Madrid o quizá en una provincia limítrofe.

El camino terminaba en una explanada que se comunicaba con el edificio principal por una especie de puente sobre un foso.

Mario no podía hacer otra cosa que seguir caminando, un viento helado le cortaba las manos y las mejillas. Avanzó pensativo por el camino de grava, mientras se escuchaba únicamente el sonido de sus pasos sobre las piedrecitas en medio de la noche. Conforme caminaba sacó de la mochila que le habían entregado un walkie, una linterna y una cartulina con un dibujo.






Una voz neutra sergió del aparato que se había colgado del cinto:

-Diríjase al punto de encuentro, es el número 2 del plano. La sala del horno.